7 de abril de 2006

Una nueva conversación para el Tercer Milenio

La conversación tradicional a la que estamos acostumbrados tiene los días contados como sistema de comunicación. El diálogo monotemático será en breve cosa del pasado. Al menos así lo afirma el profesor Andreas Lippovistzch en el número de marzo del Boston Science Research. En un extenso y polémico artículo ("La conversación dual o la emancipación del diálogo") el profesor Lippovistzch desvela las conclusiones de su último estudio. Existe división entre la comunidad científica acerca de las tesis del profesor, pero desde luego no indiferencia: para unos Lippovistzch es un visionario; para otros, si bien hay hallazgos en su propuesta, resulta excesivamente audaz; para otros, sencillamente, Lippovistzch es un charlatán (lo que - paradójicamente - el profesor considera un halago).

Durante trece años el equipo de epistemólogos del lenguaje de la Universidad de Utah ha estudiado el comportamiento humano en el lenguaje cotidiano, a las órdenes de Lippovistzch. El profesor es consciente de que cometemos abundantes errores en las conversaciones cotidianas: equívocos, generalizaciones, descripciones incorrectas o excesivas, abuso de los tópicos, desviaciones del objeto, insistencias insidiosas, perífrasis, exageraciones, simplificaciones, aliteraciones, etc. Por otro lado, Lippovistzch observa sorprendido que la mayor parte de las veces las conversaciones no se concluyen, sino que se abandonan. Normalmente este abandono se produce por causas que nada tienen que ver con el objeto de la conversación. Cita como ejemplos de las causas más comunes la premura del tiempo, el decaimiento del interés o la derivación inconsciente hacia otro tema completamente distinto. El punto de partida es, por tanto, que conversamos incorrectamente. Dicho de otro modo, hablamos mal, según afirma el profesor:
"Es llamativo que en un 98% de los casos observados (vid. gráfico 28), las conversaciones no pasan de ser meras maneras de pasar el rato. La atención que se dispensa por parte de los dialogantes - medida en gasto de calorías - no es mayor que la que se aplica para comprar un billete de autobús o extender mantequilla sobre una tostada."
Interrogándose por la causa de este defecto, Lippovistzch enuncia su famoso principio:
"No nos confundamos: una charla es a un diálogo lo que una conversación a un coloquio."
Este gran principio conecta con la premisa nuclear de la tesis del profesor: la conversación, tal y como se ha venido practicando, lleva al error en la mayor parte de los casos (error en un sentido amplio: equívocos, falsas conclusiones, engaños involuntarios, medias verdades, tópicos, convencimientos nebulosos, certezas difusas, etc.). El profesor se rebela:
"Es indignante que se asuma esta imperfección estructural como un mal inevitable o necesario. No acepto esta sumisión borreguil hacia el error. Tanto más cuanto que el error es perfectamente salvable."
Esta afirmación confunde a la mayor parte de sus críticos. Sin embargo, el profesor Villius Spaemann, de la Universidad Nacional de Reykjavik, es contundente:
"Existen dos clases de hombres en el mundo: los que dividen al mundo mediante clasificaciones simples, como hace Lippovistzch, y los demás."
Spaemann es el más crítico de los epistemólogos del lenguaje en relación con las tesis de Lippovistzch. No obstante, lejos de arredrarle, el profesor de la Universidad Federal de Utah estima estas críticas como su mejor estímulo. Entiende, por otro lado, que los severos juicios de Spaemann son fruto de un error muy característico en la manera de conversar de los islandeses, y más en concreto de Spaemann. Este error, en buena medida condicionado por el clima de la isla, explica a juicio de Lippovistzch la inexistencia de filósofos célebres en Islandia y la abundancia de tacos en islandés. El profesor lo resume de la siguiente manera:

"Básicamente, mala leche."
Identificado el error como elemento de la conversación y su origen, Lippovistzch plantea una solución valiente: la conversación dual. Se trata de mantener a un mismo tiempo dos temas de conversación, alternando uno y otro de manera armónica y ordenada. El profesor ofrece en su artículo un sabroso ejemplo. Se trata de la trascripción de una conversación experimental con su esposa, Mirna Lippovistzch, durante el desayuno:

"- Sr. Lippovistzch: Los Crambell nos han invitado a su fiesta de Halloween, querida. Es fastidioso, pero quizá debieras preparar algo; no se, ¿un pastel de arándanos, tal vez? Esta noche has estado algo mustia en la cama. ¿Te ocurre algo, Mirna?
- Sra. Lippovistzch: Desconozco por completo la receta del pastel de arándanos. Jamás lo he preparado. Y además, ¿quiénes son los Crambell? Has vuelto a beber. Anoche apestabas a alcohol y no hacías más que decir obscenidades. ¿De dónde viniste tan tarde?
- Sr. Lippovistzch: Haz memoria, querida. Conocimos a los Crambell en el juzgado, ¿no recuerdas? Si no llevamos nada quedaremos mal de nuevo. Recuerda la última vez, en casa de los Browson. Se notó que nuestro gulasch era precocinado. No se de que me hablas. Tomé tan sólo una cerveza con los muchachos en la bolera. Estás dramatizando otra vez.
- Sra. Lippovistzch: O sí, los recuerdo. ¡Qué fastidio! En fin, prepararé un pastel de arándanos, si eso te hace feliz. Pero si me sale mal, luego no te quejes. Eres un miserable. Los martes la bolera está cerrada, y la señora Wittcraker me ha dicho que te vio merodeando el burdel, otra vez.
- Sr. Lippovistzch: Te lo agradezco, querida. Es muy importante llevarnos bien con los Crambell. Controlan el negocio de las funerarias en tres estados. Imagínate, si les caemos mal, puede que se nieguen a enterrarnos cuando muramos. Todo el mundo sabe que la Wittcraker es una bruja. Me la tiene jurada desde que le gané en la carrera de sacos del día de San Patricio, a pesar de sus sucias mañas. Eres cruel conmigo, Edna.
- Sra. Lippovistzch: Tienes una concepción muy curiosa de lo que deben ser las relaciones sociales, querido. Mi madre tenía razón: eres un cretino integral. ¿Y por qué me llamas Edna? ¿Puedo saber quién es Edna? Andreas, quiero el divorcio."
Las ventajas de la conversación dual sobre la conversación monista o unitaria son profusamente glosadas por el profesor. Entre otras, cabe destacar la obligación de los conversantes de duplicar la atención en la conversación (recuérdese: la falta de atención como fuente común de error). Asimismo, cada interviniente debe comprimir al máximo sus réplicas, a fin de evitar que la conversación adquiera una extensión innecesaria o agotadora. La compresión de las réplicas, a juicio del profesor, depura la conversación y obliga a los conversantes a ceñirse a lo esencial. Por otro lado, al tener que escuchar una réplica doble, estos deben prescindir de interrupciones molestas, que de otro modo desviarían la conversación de su objeto inicial. Todo son ventajas. El profesor concluye, rotundo:

"La conversación dual es una herramienta de progreso. Quien no se adapte al progreso, se quedará atrás. Asistimos al crepúsculo de la conversación tradicional: hablar de un solo tema es cosa del pasado, ha caducado. Los nuevos retos requieren audacia y valentía. Soy un optimista patológico: los días del error y la oscuridad están contados. Ha nacido un modelo de conversación para el Tercer Milenio: la conversación dual."

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo no creo en eso de la conversación dual, duodenal, o como diantre se llama el enésimo invento que va a salvar al hombre de su condena al hastío eterno. Creo que la cuestión del Estatuto ha sido la imposición de un nuevo problema en Cataluña, a sumar a otros ya bastante considerables, como barrios que se caen y corrupciones que alcanzan los 3 por cientos. Además, de qué sirve hablar de dos cosas a la vez si no hay nada interesante que decirse. La identidad de Cataluña debe ir gestándose sola, como la de las personas, que no necesitan artículos para definirse: Hola, soy un ser nacional que hablo catalán y tengo derechos históricos.

11:57 a. m.  

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